lunes, 28 de julio de 2014

La Dama de la Noche

Llegó al cabaret como cada domingo, colgó su gabardina empapada en lágrimas, fuera llovía mucho y no era la primera vez que pasaba. El sol despedía su sensual espectáculo para presentar a la que sería su próxima estrella, llegaba la dama de la noche, la que a él más le gustaba y a la que cantaba en silencio. Con ella pasaba las horas embobado en su mirada sin saber que decirle, su piel color perla y sus ojos color azabache no hacían más que recorrer el páramo de imágenes que residían en su mente.

Tenía poco tiempo y mucha tinta por lo que no sabía por dónde empezar. Empezó a vestirla de cuartetos con toques de tercetos para darle color, añadía carmín al terceto y metáforas a sus mejillas de tal manera que siempre llevara la palabra bella con ella. Brillaba con luz propia pero aquellas pupilas puras e inocentes no hacían más que enamorarlo y a su vez por casualidad mirarlo.

Se recostó en aquella butaca roja medio rota para disfrutar del sensual espectáculo. Ella bailaba sin parar de mirarle y él no paraba de beber sin dejar de mirarla, aquella escena parecía que estuviera pintada solo para ellos dos. Se dejaba una parte del alma mas propina en aquel sitio pero es lo que le hacía vivir. Soñaba con regentar alguna vez un sitio como ese o al menos a una de las artistas.


Salió a la mojada calle y se dirigió a la salida trasera donde le esperaría ella para llevarla a casa como todos los domingos. Él encendería un mechero y ella sacaría un cigarro y lo acercaría al fuego mientras él se fijaría en el brillo del fuego reflejado en los ojos de esa dama que una vez fue suya.