viernes, 17 de enero de 2014

Obra macabra

Y se abrió el telón
casi sin querer,
de protagonista un corazón
que su papel no alcanza a comprender.


Comienza la obra de un escritor acabado, donde está claro quién será el protagonista. Pero el papel de la doncella no le quedaba claro, pues todas le parecían perfectas para aquella oportunidad. Podía ser la última obra o la primera, eso dependía del público.


El protagonista conocía a la doncella
de un intento de relación
que se alimentaba de pena
y del desuso del corazón.


Los papeles están asignados y sólo queda ensayar, el papel de una vida, donde un fallo quedaba marcado con un nombre en forma de cicatriz. Un error que habría que llevar al final de la obra si es que lo tiene. El nombre quemaría cada vez que la doncella sonriera al protagonista. Él la miraría embobado esperando a que ella soltara ese suspiro de risa que tanto le gustaba.


Él guardaba  con fervor cada minuto a su lado
ella bebía de cada frase que le soltaba
sobre todo aquella que le dejaría clavada
de al terminar acceder a un ensayo privado.


El escritor observaba la complicidad entre ellos desde el palco más alejado, el joven le recordaba a él pero con más nombres ardiendo en su pecho. Tardo en darse cuenta que importaba más en vivir su presente que preocuparse en cómo hacer su futuro. Si venían las preocupaciones él las pintaría con su pluma haciendo vulgares versos que quedarían en la memoria de los espectadores más soñadores. Si venían las alegrías él las retocaría en forma de canción para que sean más fáciles de recordar. Si venían mujeres él les regalaría una de sus rosas negras que siempre le dieron, para mostrarles que debían buscar a otro poeta con menos fluidez a la hora de entregarles su corazón.


Llegó el baile de los dos enamorados
donde sus corazones quedarían presos
y los segundos en el tiempo dejarían helados
mediante amor y la ayuda de unos besos.


La obra daba comienzo, se levantó la sabana y aparecieron ellos dos. Ella vestía un camisón rojo de seda y él un pantalón del mismo color. Llovían pétalos mientras ellos comenzaban a pelear abrazados, él se dedicaba a atacarle al cuello mientras ella sufría el momento. Ella le agarró el pelo con saña, mientras que le pegaba en la boca, le decía lo mucho que lo odiaba y él parecía estar sufriendo. Muchos intentaban separarlos pero no podían lograrlo, pues aquellos dos se odiarían por siempre hasta la muerte.


El sufrimiento apasionado corría por la almohada
mientras el público observaba maravillado
como los actores se mataban por nada
y al escritor sorprendido dejaban callado.


Las luces del teatro se encendieron de golpe y enfocaron a los protagonistas. El público aplaudía sin cesar y ellos se miraban igual. Saludaron a todos con mucha entrega, y al ver al escritor los dos le mandaron un beso.


Ella vestía un camisón rojo de seda y él un pantalón del mismo color, el escritor simplemente una camisa negra y unos pantalones blancos