Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro.
Para intentar volver atrás en el tiempo.
Donde la poesía era la máxima expresión de amor
eterno.
Cada día lo intentaba sin resultado, pero sólo con
su risa me conformaba. Ella pasó de mí hace un tiempo, y yo sigo
arrepintiéndome de lo que nos hicimos. Ella ya no recuerda nada de mí, mientras
yo sé contar hasta diez.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro.
Para intentar conquistar el alma del primero.
Donde había egoísmo y un exceso en los `te quiero´.
No podía creer lo que había pasado, la seguía amando
y ella me trataba de su amigo. Tenía el problema de la amistad y aquel hombre
que más que amarla me mataba con cada beso que le daba
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro
hasta cierto punto.
Para intentar contentar la mente del segundo.
Donde se creaba la promesa de estar juntos.
Nos dejamos de hablar hace mucho, era lo mejor para
mí. Así no acabaría perdiendo la cabeza por una simple astilla alojada en el
más profundo de mis corazones. No servía de nada soñar con tener una legión de
ellos para poder hacerle frente al amor, ya que siempre hay alguien que
encuentra la manera de acabar con el más grande de todos.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
dejando la mirada fría como el acero.
Para intentar amar al corazón del tercero.
Donde se crecía la promesa de un amor pleno.
Ya le habían fallado dos, que gracia me hacía, la
rompecorazones convertida en víctima. Es lo que tiene ser un monstruo, que te
acabas haciéndote daño. Intento no llorar por las noches buscando una esperanza
a la que aferrarme para seguir creyendo en el amor. Mientras tanto me conformo
con ver tu cara de felicidad para acabar
convirtiéndola en una marea negra por la que otros barcos naufragarían.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
esos colores que duran un rato.
Para intentar alcanzar los labios del cuarto.
Donde le besaría hasta acabar harto.
Era consciente de que a medida que ibas fallando
ibas dándote cuenta de tu error, aunque claro está, ya sería tarde. Ya no podía
recordar lo felices que éramos juntos, lo que nos podíamos complementar para no
mostrar esa parte que todo el mundo quiere esconder de su verdadero ser. No
podía recordar los días, las semanas y los mese que te di. No podía recordar
ese amor que un día lo establecimos de imposible.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
en ella se deslizaba una lágrima de tinta.
Para intentar dar pena a su víctima, la quinta.
Donde no conseguiría esa sonrisa que tanto se pinta.
Aquello parecía una carrera a muerte hacia la
locura, donde la cordura podía ser el olvido o el recuerdo, pero en ellos sin
duda no hallaríamos la paz. Ella estaba harta de pretendientes y yo de
mandárselos.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
poco le gustaba ya esto.
Para intentar revivir el amor del sexto.
Donde aún había algo de la anterior, un resto.
Siempre he dudado porque lo hacía o porque lo dejaba
de hacer. Supongo que era una cuestión de empatía, de ver una extensión de mi
mismo en ella, donde la única semejanza que nos unía era un beso mal logrado y
una poesía a medio terminar.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
deseaba llegar al último.
Para intentar perder la cabeza con el séptimo.
Donde en la suya se vería de lejos al próximo
Por mucho que escribiera no podía olvidar los
problemas que me causó. Por mucho que me convenciera de olvidar no podía dejar
de recordar las rosas que regalé. Aquellas rosas de color ternura y de olor a
amor. Aquellas rosas ahora convertidas en sólo espinas con una mera flor entre
ellas.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
todo esto cada vez le parecía más raro.
Para intentar probar el sabor del octavo.
Donde amargura y dolor sentiría, y sólo era el
primer plato.
Con cada hombre desgastaba un poco más la barra de
labios y la sombra de ojos que yo mismo le di. Con cada hombre que le regalaba
un escrito se acordaba un poco menos de mi, de todas las noches que se pasó
llorando y quemando mis confesiones. De todos los días que se pasó buscando una
verdad en la que no creer, para poder sobrevivir. Quizás como lo nuestro.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
ya no me importaba, no le quiero.
Para intentar vivir un sueño junto al noveno.
Donde intentaría recomponerse, todo un reto.
Los ojos no le costaron mucho, aún quedaban restos
de las otras nueve veces. No sabía si era por el maquillaje o por las lágrimas
negras indelebles que se ponía con cada hombre.
Ya estaba cansado de intentar ayudarte, así que
decidí tomar tu ejemplo y un día al azar te olvidaría. Pero supongo que es
complicado olvidar con un anillo roto mirándote cada vez que entrabas a casa.
Era complicado si te decía de vez en cuanto lo mucho que arriesgue apostando en
tu juego. Lo mucho que ganó la banca con tu partida y lo mucho que perdí yo
apostándolo todo al rojo. No podía saber que vería ese rojo cada vez que se
viera mi herida, cada vez que te viera.
Se pintó los labios de blanco y los ojos de negro,
con el recuerdo a fuego en su sien.
Para intentar alcanzar el olvido, sólo quedaba uno,
el diez.
Donde ya nunca más cogería ese tren.
Ella había perdido la cabeza, era capaz de hacer una
locura, o no. Pero daba igual, ya no me importaba aunque ella ahora se
arrepentía. Yo rehacía mi vida con otra, esta vez la de verdad. Yo ya no
recuerdo nada de ella, mientras ella sabe contar hasta cincuenta.
Me puse los pantalones blancos y la camisa negra.
Todo ello para impresionar a la primera.
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