Y se abrió el telón
casi sin querer,
de protagonista un corazón
que su papel no alcanza a comprender.
Comienza la obra de un escritor acabado, donde está
claro quién será el protagonista. Pero el papel de la doncella no le quedaba
claro, pues todas le parecían perfectas para aquella oportunidad. Podía ser la
última obra o la primera, eso dependía del público.
El protagonista conocía a la doncella
de un intento de relación
que se alimentaba de pena
y del desuso del corazón.
Los papeles están asignados y sólo queda ensayar, el
papel de una vida, donde un fallo quedaba marcado con un nombre en forma de
cicatriz. Un error que habría que llevar al final de la obra si es que lo
tiene. El nombre quemaría cada vez que la doncella sonriera al protagonista. Él
la miraría embobado esperando a que ella soltara ese suspiro de risa que tanto
le gustaba.
Él guardaba con fervor cada minuto a su lado
ella bebía de cada frase que le soltaba
sobre todo aquella que le dejaría clavada
de al terminar acceder a un ensayo privado.
El escritor observaba la complicidad entre ellos
desde el palco más alejado, el joven le recordaba a él pero con más nombres ardiendo
en su pecho. Tardo en darse cuenta que importaba más en vivir su presente que
preocuparse en cómo hacer su futuro. Si venían las preocupaciones él las
pintaría con su pluma haciendo vulgares versos que quedarían en la memoria de los
espectadores más soñadores. Si venían las alegrías él las retocaría en forma de
canción para que sean más fáciles de recordar. Si venían mujeres él les
regalaría una de sus rosas negras que siempre le dieron, para mostrarles que debían
buscar a otro poeta con menos fluidez a la hora de entregarles su corazón.
Llegó el baile de los dos enamorados
donde sus corazones quedarían presos
y los segundos en el tiempo dejarían helados
mediante amor y la ayuda de unos besos.
La obra daba comienzo, se levantó la sabana y
aparecieron ellos dos. Ella vestía un camisón rojo de seda y él un pantalón del
mismo color. Llovían pétalos mientras ellos comenzaban a pelear abrazados, él
se dedicaba a atacarle al cuello mientras ella sufría el momento. Ella le agarró
el pelo con saña, mientras que le pegaba en la boca, le decía lo mucho que lo
odiaba y él parecía estar sufriendo. Muchos intentaban separarlos pero no
podían lograrlo, pues aquellos dos se odiarían por siempre hasta la muerte.
El sufrimiento apasionado corría por la almohada
mientras el público observaba maravillado
como los actores se mataban por nada
y al escritor sorprendido dejaban callado.
Las luces del teatro se encendieron de golpe y
enfocaron a los protagonistas. El público aplaudía sin cesar y ellos se miraban
igual. Saludaron a todos con mucha entrega, y al ver al escritor los dos le
mandaron un beso.
Ella vestía un camisón rojo de seda y él un pantalón
del mismo color, el escritor simplemente una camisa negra y unos pantalones
blancos